Pese al toque de queda y a que el presidente prometió restaurar el orden, amenazando con desplegar al ejército si fuera necesario, las protestas por la muerte de un ciudadano negro en manos de la policía se intensificaron en la noche del lunes en Estados Unidos.
Trump aumentó la crispación al ordenar reprimir una manifestación frente a la Casa Blanca el lunes, desatando críticas de la oposición demócrata que lo acusa de “echar gasolina al fuego”.
Las protestas pacíficas por la muerte, hace más de una semana, de George Floyd en la ciudad de Minneapolis cuando era inmovilizado por un policía blanco derivaron en incidentes violentos en muchas ciudades, incluida la capital, Washington.
Tras un discurso solemne el lunes, en el que amenazó con desplegar el ejército, Trump reiteró este martes su mensaje y afirmó que en la capital “no hubo problemas” la noche anterior y alabó el rol de la policía.
La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, criticó el despliegue de los militares “en las calles contra los estadunidenses”, en sintonía con varios gobernadores demócratas.
Muchos manifestantes desafiaron el toque de queda y siguieron movilizados en la capital y en otras ciudades. Desde Filadelfia a Los Ángeles, los disturbios continuaron por séptima noche consecutiva afectando a más de 140 localidades, con cientos de arrestos y varios policías y manifestantes heridos.
Las protestas por la indignación tras la muerte de George Floyd adquirieron un calibre no visto desde la década de 1960, durante la lucha por los derechos civiles.
Las imágenes difundidas del momento en el que Floyd yace en el suelo inmovilizado por la policía y clama “No puedo respirar” llevaron a miles de personas a las calles a repetir esta misma frase.
Este lunes se dieron a conocer los resultados de dos autopsias hechas al fallecido, una oficial y otra encargada por la familia. Ambas confirmaron que se trató de un homicidio y que la causa de la muerte fue la asfixia.